Diosa Doméstica

Te odio porque te amo

todayjulio 5, 2025 32 22 4

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Todo comenzó en 1999. Se conocieron dos niños de básica, de una escuelita de cerro. Se miraban en los recreos tímidamente y hacían el mismo recorrido de vuelta a casa, conversando de música. Él le contaba que le gustaban Deep Purple, Iron Maiden, y ella ¿qué? «A mí me gustan las Spice Girls, Five, Paolo Meneguizzi». Era evidente que se gustaban, más aún cuando él le confesó su amor a través de una carta. En ese entonces, ella era tan niña que no comprendió lo profundo de sus palabras.

Ese año él egresó de octavo; a ella aún le quedaba un año más. Antes de irse, le regaló su corbata y su insignia.

Luego de eso no se vieron por varios años, hasta que un día se encontraron en una micro. Ella iba al trabajo; él iba a la universidad. Le contó que estaba estudiando Historia. Le dijo: “Podríamos vernos un día”, pero ella le respondió que estaba pololeando, así que siguieron como amigos.

Y así fueron pasando los años. De pronto, en uno de los carnavales culturales, se encontraron en medio de un mar de personas: ella con sus amigas, y él con sus amigos. No podían parar a conversar, era tanto el ruido de música y gente… Se tomaron de las manos, y ella le dice al oído:

—Anota mi número y llámame.

Para ese entonces, ella ya no estaba pololeando, y él le dice:

—Bueno, te llamo…

Ella pensó: qué casualidad encontrarnos en ese mar de gente. Pero él nunca llamó.

Siguió pasando la vida, hasta que se volvieron a encontrar en la calle. Ella le dice:

—¿Por qué nunca me llamaste?

Y él responde:

—Sí te quería llamar, pero se me perdió el celular ese día, en el carnaval.

Ahora era él quien estaba en una relación, y así nunca podían coincidir. Ella, al poco tiempo, también comenzó una relación larga y no se vieron por un largo tiempo. Hasta que llegaron las redes sociales, y ahí se reencontraron.

Él dice:

—El otro día te vi y no te quise hablar.

—¿Y por qué? —le responde.

—Porque ibas acompañada.

—Sí, es mi novio —respondió ella.

Y él dice:

—Yo recién terminé una relación.

Y así siguieron en contacto vía internet. Pasó el tiempo, ella terminó con su novio y le contó que estaba soltera. Y ahora, por fin, él también lo estaba. Después de tantos años, coincidían. Comenzaron a conversar a diario y un día él la invitó a almorzar. Le quería mostrar su auto nuevo, que se compró con tanto esfuerzo. Era muy bonito, de color rojo.

En esa oportunidad se pusieron al día respecto de sus vidas, y él le cuenta que va a hacer un viaje al sur, a Valdivia, con un primo.

—Qué bien, qué entretenido —le dice ella.

Y él dice:

—Pero a la vuelta, ¿nos vemos, cierto?

—Sí, aquí te espero —le respondió.

Al otro día se fue al sur en su auto nuevo. Estuvieron en contacto todo el tiempo. Pasaron los días. Era miércoles. Él dice:

—Hoy vuelvo en la noche y te llevo un regalo.

—¿En serio? ¿Para mí? —súper contenta, porque se iban a ver pronto.

Al otro día, ella recuerda bien que era día jueves. Estaba en la oficina trabajando y se mete a Facebook a revisar para pasar el rato. Y ve una publicación en el perfil de él: alguien escribió “No puedo creer esta tragedia, cómo es posible que pasara algo tan terrible, que falleciera tan joven…”

Recuerda que quedó en shock. No entendía nada. ¿Qué está pasando? ¿Qué le pasó? Le envió un mensaje, y otro, y otro… y no respondía. Se sumergió en Facebook, averiguando qué fue lo que pasó. Le escribió a personas que no sabía ni quiénes eran, para que le contaran qué estaba pasando. Y hubo una que respondió:

—Sí, Cata, Dyanko falleció anoche. Chocó en su auto contra un camión cuando iba de vuelta a Valparaíso. Parece que iba muy rápido.

Estaba sentada frente al computador y no lo podía creer. ¿Pero cómo? Si hablamos ayer. Me dijo que nos veríamos hoy. No entendía nada. ¿Cómo era posible? Estaba en estado de pausa, mi corazón se detuvo. No podía llorar ni nada.

Recuerdo que su mamá publicó dónde sería la misa y el funeral. Por supuesto que fui. Estaba lleno de gente, era muy querido. El funeral más triste al que he asistido. Ver a su madre sufrir me partía el corazón. Pero yo no podía llorar como quería…

Después del funeral me fui a mi casa y busqué entre mis cosas esa carta que me dio cuando teníamos 12 o 13 años. Y ahí, en la soledad de mi habitación, arrodillada al lado de mi cama, volví a leer su carta. Y recién comprendí lo profundo de sus palabras:

Para Catalina:

Lo que te quería decir es que te odio porque te amo. Me enamoré de ti y creo que locamente. Siento mariposas por mi estómago y no puedo dormir porque pienso en ti, y mucho. Me gusta tu silencio, tus ojos, tu boca, tu todo. Será algo de ti que me vuelve loco. Ya no me concentro y lo eres todo para mí.

Ahí, en ese momento, exploté en llanto. Lloré como una niña. Saqué toda mi pena y rabia que tenía dentro. ¿Por qué se fue, si tenía toda una vida por delante? ¿Y por qué nunca pudimos estar juntos? Siempre encontrándonos, y nunca era el momento para nosotros… Y ahora nunca lo será.

Por mucho tiempo, cada vez que veía un auto de color rojo, me daba mucha rabia… Cada vez que vuelvo al cementerio, paso a saludarlo. La última vez que fui, le presenté a mi hija.

Su carta sigue conmigo. Y cada vez que la leo, entiendo que sí me amó.

Y eso basta.

Fuiste el primero que me hizo sentir esas mariposas en el estómago, y aunque no pudimos vivir nuestra historia, ese sentimiento siempre vivirá en mí.

Escrito por Catalina Martínez

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