En un mundo obsesionado con optimizar reuniones, rendimientos y métricas, hay una herramienta de productividad tan simple como poderosa que hemos olvidado: caminar y conversar.
Escapar del ruido, silenciar el caos y crear tus propias reglas. Trabajar contento como un monje no es una metáfora: es una necesidad biológica para la gente que quiere lograr cosas reales.