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Ser raro es tu ventaja

Ocultar tu rareza es el camino más corto a la mediocridad. Cómo convertir lo que te hace distinto en tu mayor ventaja competitiva.

¿Por qué nos entrenaron para ser invisibles?

Desde chicos nos enseñaron a calibrarnos. A neutralizar. A que nadie vea el temblor en la mano cuando nos llama la profesora. A hablar parejo, ni muy fuerte, ni muy despacio. A dejar de mirar por la ventana, aunque justo ahí esté ocurriendo la historia que realmente nos importa. A borrar cualquier cosa que delate que somos raros.

Y lo compramos. Claro que sí. Porque funcionaba. Ser raro era sinónimo de ser excluido. Te quedabas fuera del grupo, fuera del juego, fuera de las invitaciones al cumpleaños. Raro era sinónimo de estar solo. Así que aprendimos. A parecer normales. A imitar. A copiar lo que funcionaba.

Pero ese pacto con la normalidad tiene una cláusula oculta: desapareces. Dejas de ser tú para ser un producto genérico. Funcional. Eficiente. Invisible.

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El mercado no necesita clones

Vivimos en un mundo que jura amar la innovación, pero en la práctica premia lo predecible. Las empresas se llenan de perfiles idénticos, todos con la misma ropa, el mismo LinkedIn, las mismas frases sacadas de un workshop de liderazgo.

Pero afuera –en los márgenes, en los corredores, en los chats de pasillo– los que se atreven a no editarse empiezan a destacar. No porque sean más ruidosos, sino porque no parecen una app más. Porque no te hablan como un chatbot corporativo. Porque no temen decir lo que realmente piensan (con respeto, claro, pero también con claridad quirúrgica).

Y ese tipo de personas –esas que muestran su rareza sin pedir permiso– son las que los verdaderos líderes buscan. Porque el liderazgo, el real, necesita gente que piense distinto. Que vea lo que otros no ven. Que incomode, incluso.

Tu rareza es una firma. Úsala.

Piensa en los autores que te marcan. En los creativos que admiras. En esa jefa que nunca se olvidaba de preguntarte por tu gato cuando estabas mal. Todos ellos tienen un rasgo que los hace únicos. Una especie de glitch. Un loop mental. Un gesto repetido. Un tono inconfundible. No lo disimulan. Lo usan.

Lo que tú llamas “rarezas” probablemente es tu punto de vista irrepetible. Esa obsesión con las tipografías. Esa manía de subrayar los correos importantes con colores. Ese gusto por las caminatas largas para pensar. Esa forma de unir ideas dispares como si fueran parte de una playlist de Spotify. Todo eso no estorba: te define.

Y si te define, puede diferenciarte.

Dejar de editarse: el acto más valiente del profesional moderno

No se trata de oversharear ni de convertirte en un excéntrico de oficina. No es disfrazarse de “creativo” ni usar sombreros ridículos. Es más sutil. Es dejar de pulir tanto tus bordes. Dejar de explicar con tecnicismos lo que puedes decir con simpleza. Dejar de traducirte al lenguaje de los demás, cuando lo que el mundo necesita es que lo traduzcas tú a tu manera.

Mostrarte sin tantos filtros. Firmar con nombre y apellido. Hacerte cargo de lo que piensas. Dejar pistas. Dejar rastro. Como un detective que quiere ser encontrado.

Porque al final del día, nadie se conecta con lo perfecto. Nos conectamos con lo humano. Con lo que se atreve a ser distinto. Con lo que no parece hecho por IA ni aprobado por comité.

Cómo convertir tu rareza en valor

  1. Identifícala sin vergüenza: ¿Cuál es tu obsesión secreta? ¿Qué haces distinto al resto? ¿Qué cosas te han dicho que son “raras” en ti?
  2. Valídala como una herramienta: Piensa cómo eso que te diferencia puede ser útil en contextos laborales. ¿Te obsesiona el orden? Eres ideal para gestionar proyectos complejos. ¿Tienes memoria para las conversaciones? Eres un asset emocional en cualquier equipo.
  3. Encuentra el tono: No es necesario gritar tu rareza. Basta con no esconderla. Con hablar desde ahí. Con incorporarla en tu historia, en tu presentación personal, en tu contenido.
  4. Diseña tu presencia digital en base a eso: Si escribes con humor, hazlo en LinkedIn también. Si eres visual, que se note. Si eres filosófico, que se entienda desde la bio.
  5. Incorpora tu rareza en tu elevator pitch: No digas “soy consultor en procesos”. Di “me obsesiona mejorar las cosas que nadie ve, esas donde se pierde tiempo y energía sin que nadie lo note”.

Dejar migas de pan: ser recordado sin pedirlo

Las personas que dejan huella no siempre son las más carismáticas. A veces son las más coherentes. Las que aparecen igual en la reunión que en su correo. Las que tienen un lenguaje reconocible. Las que no tienen que explicarse tanto porque su estilo ya lo hace por ellas.

Dejar migas de pan es eso: dar pistas. Sembrar señales de que estás presente. No para llamar la atención, sino para que quien necesita exactamente a alguien como tú, te pueda encontrar.

Esto es especialmente clave si estás en transición, buscando oportunidades, emprendiendo, o simplemente cansado de que te pasen por alto. Porque ser visible no es ser famoso. Es ser claro. Es estar disponible emocionalmente para que otros conecten con lo que tú ofreces.

Tarea para ejecutivos de altos ingresos: ¿cómo te presentarías si no tuvieras miedo?

Escribe una bio de una o dos frases que puedas decir sin disociarte. Que hable desde tu rareza y no desde tu título. Que deje una imagen mental. Que funcione como tarjeta de visita emocional.

Ejemplos:

– “Soy el que no deja pasar un error de redacción en una propuesta de millones de dólares. Sí, soy ese tipo.”
– “Arreglo equipos rotos. No desde la estrategia, sino desde la conversación incómoda que nadie se atreve a tener.”
– “No me contratan por mi currículum. Me contratan porque duermo con ideas que otros todavía no entienden.”

En el mundo de hoy, lo más valiente es ser uno mismo con claridad

Ser raro –mostrarte sin editarte, sin camuflaje– no es una rareza. Es una necesidad urgente. Porque lo otro, lo que llamamos “normal”, ya está saturado. Está lleno LinkedIn, está lleno Instagram, está lleno el mercado de profesionales que se presentan como si fueran intercambiables.

Y tú no lo eres. Así que deja de actuar como si lo fueras.

Sé raro. Pero sé raro con estilo. Sé raro con propósito. Sé raro como estrategia. Porque ahí, justo ahí, está tu ventaja más feroz.

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Papá Manson

Hace ya casi una década que nuestro chanquete de Grey Gardens salió arrancando y se fue a vivir a la playa. Ha sido un sufrimiento volver a ser inmensamente feliz.
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