Otro Público La radio de los que se portan bien
Vibe Check #4 Ryan Taylor
Hay algo perverso en que las cosas funcionen demasiado bien. Uno se siente invencible. Los lunes son livianos, las cifras cierran solas, los reportes se hacen copy-paste, la máquina de café nueva huele a victoria. Pero justo ahí, en esa zona donde ya nadie se cuestiona nada, empieza la verdadera amenaza.
No son los competidores los que te matan. No es el mercado. No es la inflación ni la IA ni los algoritmos. Es la satisfacción. Es dejar de mirar con hambre. Es dormirse.
Cuando el equipo está contento y los clientes llegan sin que tengas que correr, ¿quién se atreve a decir “esto ya no funciona”? ¿Quién va a pararse en medio de la sala de reuniones a decir que el cliente cambió?
La respuesta es: nadie. Porque nadie quiere parecer negativo. Porque criticar en tiempos buenos se ve como sabotaje. Pero la falta de preguntas incómodas mata. Mata lento, como un veneno administrado en microdosis.
Y no es que la gente no se dé cuenta. Es que tienen miedo de sonar amargados. De matar la buena onda. De decir la verdad en un ambiente donde la cortesía se confundió con la ceguera.
Kodak inventó la cámara digital. Pero la ignoró. Blockbuster tuvo la chance de comprar Netflix. Pero no creyó. BlackBerry reinó el mundo corporativo, hasta que el mundo dejó de usar teclas.
Los tres tenían talento, recursos, equipos brillantes. Lo que no tenían era incomodidad. Les faltaba hambre.
No es que no vieran el cambio venir. Es que no quisieron creerlo. Y cuando ya estaban cayendo, no supieron frenar la caída.
“Kodak no fracasó por no ver el futuro. Fracasó por proteger demasiado su pasado.
Un negocio saludable no es el que descansa. Es el que se reescribe. El que se pregunta todos los días si aún merece existir.
La incomodidad no es enemiga del éxito. Es su seguro. Es el único antídoto real contra la soberbia de “haberla hecho”. En las empresas que sobreviven, nadie se siente del todo cómodo. Y eso está bien.
El verdadero liderazgo no es mantener la calma. Es instalar la tensión correcta. Ese pulso leve que te recuerda: podemos hacerlo mejor. O nos vamos a volver irrelevantes.
¿Quieres saber si tu negocio está despierto o ya empezó a dormirse?
Hazte estas cinco preguntas y anda directo a tu sitio web:
¿Están los precios a la vista y claros?
¿Hablas abiertamente de tus defectos o solo repites lo bueno?
¿Ofreces comparaciones honestas con la competencia?
¿Tienes reseñas reales, buenas y malas?
¿El cliente puede encontrar rápidamente lo que busca?
Si no, reescribe esa sección hoy mismo. No mañana. Hoy.
El sitio web ya no es solo una vitrina. Es una plataforma de autoeducación. Si no responde lo que el cliente ya buscó en Google, estás fuera del juego.
La disrupción no es un eslogan ni una agencia de marketing. Es una forma de vivir. De operar. De mirar el negocio como algo frágil, nunca terminado, siempre bajo construcción.
Eso no se terceriza. No se automatiza. Y no se resuelve con un workshop de dos días.
La disrupción real requiere:
Contenido que incomode y enseñe
Tecnología que elimine fricciones
Procesos que se ajusten al cliente, no al revés
Diseño que traduzca la estrategia, no solo la adorne
Actitud: la más difícil de conseguir, y la más fácil de perder
Una empresa sin sistema inmune está condenada. El virus no es externo. Es interno: ego, nostalgia, inercia.
Lo inmune no es lo que se defiende de lo nuevo. Es lo que se adapta. Lo que cambia antes de ser obligado a cambiar. Lo que anticipa lo incómodo. Lo que se pregunta: ¿qué nos diría un cliente molesto? ¿Cómo cambiaríamos si hoy entrara un competidor mejor?
Feedback brutal y frecuente
Auditoría de contenido mensual
Rotación de roles internos
Revisión de journey del cliente cada trimestre
Directorio de clientes que no te aman: sí, los difíciles
Las empresas que ganan no son las que fueron brillantes. Son las que siguen aprendiendo.
Si tu negocio huele a gloria pasada, estás tarde. El mercado no perdona el orgullo. Y la disrupción no avisa.
Haz hoy una cosa incómoda. Una. Y empieza a volver a merecer a tus clientes.
Porque no importa si lo hiciste bien antes. Importa si todavía lo estás haciendo ahora.
Escrito por Papá Manson
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